lunes, 29 de diciembre de 2008

Animal


Vico la tomó en sus brazos, ella no pudo resistir el efecto causado por los alucinógenos. Su cuerpo era demasiado débil para visualizar en un instante toda la marejada de experiencias vividas en treinta años de sordidez cultural.
Nació en un poblado pequeño cerca de la Costa Chica; de niña sólo conocía el entorno dibujado por el latifundio Miller, las casas de zacate y de techo redondo. La enseñaron a callar, a no opinar, a que su mundo y su esencia femenina fueran a razón de los hombres; que en contraste, hablaban, gritaban, expresaban su descontento y además exigían sin dar nada a cambio.
Estos, utilizaban los cuerpos de las mujeres cual fetiche de placer y después los tiraban al basurero de las excresencias como una novedad pasada de moda, en un mundo en el que el capital hace al cuerpo. "A ellos, todo se les perdona,...a tí...no; o eres madresposa o eres puta, tú eliges."
El lupanar en donde refugió su deseo por ser amada, era mejor que vivir en la triste choza cerca de los cultivos en los que trabajaba sin descanso. Se hizo llamar, Belladona.
Ese nombre le recordaba las esencias de los preparados que su abuela hacía durante las sesiones de curación.
La convencieron de ir a la ciudad, le dijeron que la vida era maravillosa, que vería cosas fascinantes y las guardaría en un minúsculo amuleto que conservaba cerca del pecho.

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